Agricultura, huertos urbanos y alquiler de tierras en Santa Úrsula: sembrando presente y futuro en el norte de Tenerife

En el fértil norte de Tenerife, Santa Úrsula se alza como un municipio que, pese a los procesos de urbanización y los cambios en el modelo económico insular, conserva una fuerte conexión con la tierra. Situado entre el Atlántico y las laderas del Teide, su ubicación privilegiada, su clima templado y su historia agrícola hacen de este territorio un espacio propicio para el cultivo, la sostenibilidad y la innovación en modelos de uso del suelo. En los últimos años, la agricultura tradicional ha convivido y evolucionado junto al auge de los huertos urbanos y el creciente interés por el alquiler de fincas, huertas y parcelas, como formas de recuperación del vínculo con la tierra, de generación de economías locales y de desarrollo comunitario.

Esta nueva relación con el territorio no solo responde a una necesidad económica o productiva, sino también a una transformación cultural: una ciudadanía que busca alimentarse mejor, vivir en armonía con el entorno y participar activamente en procesos que antes parecían reservados al ámbito rural.

La tradición agrícola de Santa Úrsula

Santa Úrsula, como muchos municipios del norte de Tenerife, ha tenido históricamente una base económica centrada en la agricultura. El clima húmedo y templado, la riqueza del suelo volcánico y la abundancia relativa de agua permitieron durante siglos el cultivo de viñedos, papas, hortalizas, frutales y productos subtropicales. Las medianías del municipio, en especial las zonas de La Corujera, Tosca de Ana María o Lomo Hilo, han sido tradicionalmente zonas de producción agrícola activa, donde las fincas familiares se organizaban en torno al autoconsumo y la venta en mercados locales.

La construcción en terrazas, el uso de técnicas de conservación del agua y el trabajo manual caracterizaron a generaciones de agricultores que modelaron un paisaje rural de enorme valor patrimonial. Sin embargo, en las últimas décadas, factores como el envejecimiento de la población rural, la presión urbanística, la falta de relevo generacional y la reconversión laboral hacia el sector servicios, provocaron el abandono de numerosas parcelas y el deterioro de infraestructuras agrícolas.

El renacer de la agricultura y la aparición de los huertos urbanos

Frente a ese proceso de abandono, se ha producido un fenómeno inverso: la revalorización de la agricultura, no solo como actividad económica, sino como forma de vida, de salud y de cuidado del entorno. En este contexto han ido surgiendo huertos urbanos y comunitarios, especialmente en áreas próximas a núcleos residenciales, solares sin uso o espacios públicos infrautilizados.

En Santa Úrsula, estos huertos representan una oportunidad para recuperar terrenos, ponerlos al servicio del bien común y permitir que personas sin acceso a tierras puedan cultivar productos para su consumo o intercambio. Se trata de espacios donde vecinos y vecinas cultivan verduras, hortalizas, plantas medicinales y frutas en pequeña escala, aplicando principios de agroecología, compostaje, rotación de cultivos y consumo consciente.

Además, estos huertos funcionan como verdaderos centros de aprendizaje, cohesión vecinal y empoderamiento ciudadano. Niños, jóvenes, adultos y mayores participan en actividades que combinan agricultura, educación ambiental, salud comunitaria y participación social. La experiencia de cultivar, cosechar y compartir alimentos fortalece vínculos entre personas, refuerza el sentido de pertenencia y contribuye a una mejor calidad de vida.

El alquiler de fincas, huertas y parcelas: acceso a la tierra sin propiedad

Otro aspecto importante que ha cobrado protagonismo en Santa Úrsula es el alquiler de terrenos agrícolas, ya sean pequeñas parcelas, huertas o fincas de mediana extensión. Este fenómeno responde a una necesidad creciente: muchas personas desean cultivar, pero no disponen de terrenos propios. Al mismo tiempo, hay propietarios de tierras agrícolas en desuso que no las trabajan por falta de tiempo, edad avanzada o falta de interés.

El alquiler se convierte así en una solución beneficiosa para ambas partes: quien necesita tierra puede acceder a ella sin incurrir en los altos costes de compra, y quien la posee puede darle un nuevo uso productivo sin tener que desprenderse de la propiedad. Esto permite reactivar espacios abandonados, evitar la degradación del paisaje, y generar pequeñas economías circulares basadas en la producción local.

En muchos casos, el arrendamiento de parcelas se realiza con fines de autoconsumo, pero también hay quienes emprenden proyectos más estructurados, combinando agricultura ecológica, venta directa, intercambio de productos y agroeducación. El acceso a tierra mediante el alquiler también favorece la entrada de nuevos agricultores —jóvenes, mujeres, familias migrantes— que de otro modo no podrían iniciar una actividad agrícola en el municipio.

Desafíos del nuevo modelo agrícola en Santa Úrsula

A pesar de los avances y del creciente interés por el cultivo en parcelas urbanas o alquiladas, existen desafíos estructurales que deben abordarse para garantizar la sostenibilidad de estos procesos:

1. Acceso al agua: La escasez o el coste elevado del agua para riego sigue siendo una de las principales limitaciones para la expansión agrícola en el municipio.

2. Fragmentación del suelo: Muchas fincas están divididas en pequeñas parcelas de difícil acceso o mal comunicadas, lo que dificulta su uso eficiente.

3. Falta de relevo generacional: La juventud, en muchos casos, se desvincula del trabajo agrícola por falta de oportunidades, apoyo técnico o incentivos reales.

4. Marco legal y fiscal: La burocracia, la falta de asesoramiento y la inseguridad jurídica en algunos contratos de alquiler pueden frenar el desarrollo del sector.

5. Sensibilización y formación: Aunque crece el interés por la agricultura, no todas las personas cuentan con los conocimientos necesarios para gestionar una huerta o una finca de manera eficaz y sostenible.

Oportunidades para el futuro rural y agrícola de Santa Úrsula

A pesar de estos retos, Santa Úrsula posee un enorme potencial para consolidar un modelo de agricultura local que integre tradición, innovación y sostenibilidad. Algunas oportunidades clave incluyen:

• Recuperación de tierras abandonadas mediante bancos de tierras, acuerdos vecinales o cesiones temporales para uso agrícola.

• Fomento de huertos escolares y comunitarios para introducir la educación ambiental desde edades tempranas.

• Iniciativas de intercambio de productos y semillas, que refuercen la soberanía alimentaria local.

• Promoción del cultivo ecológico y técnicas regenerativas que mejoren la salud del suelo y reduzcan el impacto ambiental.

• Red de apoyo entre agricultores, vecinos y colectivos, que facilite la formación, el acceso a herramientas y el intercambio de experiencias.

Conclusión

Santa Úrsula se encuentra en un momento clave para replantear su relación con el territorio y la agricultura. A través de la recuperación de suelos agrícolas, la expansión de los huertos urbanos y comunitarios, y el impulso del alquiler de fincas y parcelas, el municipio puede consolidar un modelo de vida más sostenible, justo y en armonía con la naturaleza.

La agricultura, en este contexto, no es solo una actividad económica: es una forma de cultura, salud, resistencia y construcción de comunidad. Es sembrar esperanza en un mundo que necesita urgentemente reconectar con sus raíces. Santa Úrsula, con su paisaje, su gente y su historia, tiene todas las condiciones para liderar este renacimiento rural en el norte de Tenerife.